jueves, 1 de octubre de 2009

Las tareas del Ombudsman

¿El sistema político mexicano permite la participación de la sociedad civil más allá de acciones de observación o emisión de opiniones?, ¿son las leyes mexicanas artífices de la desigualdad entre hombres y mujeres en nuestro país? y especialmente, ¿está el Ombudsman (sistema y persona) realmente comprometido con su tarea?
Estas preguntas son punto medular del encuentro organizado por la Academia Mexicana de Derechos Humanos, en el que se intentan señalar las tareas impostergables, en especial, para aquellos que aspiran al puesto a desocuparse en un mes aproximadamente.
Debo ser franco, jamás había percibido tan alejados a la sociedad civil organizada que ha defendido el tema de los derechos humanos de forma institucional durante 25 años y a las Comisiones y Órganos Autónomos, basta con señalar que al encuentro sólo asistieron organizaciones, y pocos pero muy pocos representantes de las comisiones estatales, brillando por su ausencia tal y como lo han hecho en el cargo durante los últimos años. Otro factor que enrarecía la reunión con sólo mencionar su nombre era Soberanes, sin duda, éste personaje ha polarizado, y en la reflexión general ha dejado incertidumbre, retroceso y en especial un sentimiento de sumisión que será difícil de borrar, justo como cuando llegas a un lugar y percibes que las cosas no andan bien, así merito me sentí.
La importancia de un tema como el del cambio de ombudsman radica principalmente en el estado actual de las cosas, pues hasta hace no mucho las comisiones y organismos autónomos se habían encargado de representar, exhibir y defender los temas y las causas de la sociedad civil, el vínculo estaba más arraigado entre esas dos figuras; ahora que ese alejamiento es fehaciente y la criminalización de la lucha social se ha vuelto un reclamo constante que nos tiene enfrentados.
No es una casualidad que los casos paradigmáticos en México salten directo a los organismos internacionales, dando por hecho la escasa credibilidad de la comisión nacional.
Uno a uno serán expuestos en la reunión los casos de renovación de las comisiones de derechos humanos en los estados, lo cierto, es que estas serán presentadas por la sociedad civil y no por quienes las llevaron a cabo, tal y cómo se estila desde hace ya un tiempo, cada informe oficial debe ser acompañado por un informe sombra.
Lo que más brillo en la reunión fue la participación de 3 de los suspirantes al cargo de ombudsman: Ricardo Sepúlveda (asesor de diversas campañas panistas), Luis Raúl González Pérez (fiscal especial del caso Colosio) y Patricia Olamendi (feminista y ex diputada perredista) y perdón que resuma sus carreras a tan escueta reseña, pero bien dicen por ahí: “piensa mal y acertaras”. El hecho es que la y los aspirantes coincidieron en algunos puntos respecto a su diagnóstico sobre los impostergables, y un plus, el tema de la mesa fueron los derechos de la mujer y su relación con la figura del ombudsman y las OSC´s.
Entre las coincidencias debemos destacar lo siguiente:
1. Que es necesaria una protocolización y estandarización de los que son considerados como delitos graves, especialmente aquellos que van en contra de los derechos de las mujeres.
2. Que es necesaria una armonización de la legislación mexicana en materia de desigualdad entre hombres y mujeres y de no discriminación.
Por supuesto que todos coincidieron con que es necesario reformar el sistema ombudsman e hicieron énfasis especial en la falta de cercanía entre la ciudadanía y las instituciones, destacando que por principio de cuentas la obligación de generar el acercamiento es labor del estado.
Como reflexión: pudimos haber pensado en las mejores leyes e instituciones, tal como el IFE que ahora es invitado a implementar procesos democráticos en países de medio oriente, lo innegable es que se han vuelto instituciones vacías por carecer de la credibilidad que les otorga la sociedad al hacerlas suyas.
Dicen los expertos que a mayor progreso, mayor identificación entre la sociedad y el estado y eso es justo lo que en México sucede a la inversa, no habíamos tenido tan poca certidumbre y credibilidad en las instituciones desde que pensamos que la transición a la democracia había llegado, quizá porque en realidad esos cambios jamás se produjeron, sólo se simularon, el problema radica en que toda una generación de activistas y luchadores sociales y por supuesto la sociedad mexicana en general, así lo creímos.
En México, la constante de los Derechos Humanos ha sido la de una política de estado de medio pelo, cuando debería ser una de primer nivel.

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