martes, 9 de junio de 2009

Voto nulo como voto de convicción

Un debate intenso se está generando al interior del grupo de ciudadanos que ha votado por convicción, que ha ejercido el sufragio a favor de personas más que de partidos y de causas más que de plataformas. Justo ahora esos factores no están presentes con tanta claridad como en otras elecciones.

Quizá porque estamos en votaciones intermedias y desde que tengo memoria electoral así son: desangeladas, sumidas en distintas crisis, con el sello de la descalificación y el argüende. Nos hemos hecho a la idea de que los únicos cambios profundos se pueden generar cada seis años cuando elegimos al poder ejecutivo o cada cuatro cuando hay mundial de fútbol. Así es como las votaciones para diputados federales se pierden entre la bruma del desencanto que nos provoca el cinismo de la clase política.

Como sea, el debate ha comenzado y gira en torno a la utilidad del voto nulo contra la utilidad de votar por los actuales candidatos de izquierda que en su amplísima mayoría no significan una oportunidad manifiesta de avance, a eso le sumamos el llamado que organizaciones feministas han hecho para votar por aquellos partidos que apoyan la agenda más progresista.

El llamado a no anular el voto se enfoca principalmente en la consecuencia que tendría el la dupla PRI-PAN pues se vería reflejado en acciones constitucionales contra la ILE (Interrupción Legal del Embarazo).

Yo no antepondría el voto nulo sobre el llamado que hacen estas organizaciones porque considero que es una causa justa y necesaria en nuestra sociedad; sin embargo, la preguntas que me surgen son: ¿Qué compromisos genera la izquierda partidista para con los ciudadanos que por este llamado ejercen su voto a favor?, ¿merecen los partidos de izquierda la confianza de éste electorado de convicciones, a pesar de que en los últimos años no han mostrado más que mezquindad y descaro? La izquierda partidista puede ser una contención a todos estos retrocesos, pero como hacemos para que no que legislen en beneficio propio todo lo demás. Ahí está el dilema.

Uno de los argumentos principales contra el voto nulo es su carente utilidad manifiesta, no obstante se encuentra especificado dentro del código electoral, no tiene un fin determinado. Así como los votos a favor o en contra de un partido le dan la victoria o la derrota, con el voto nulo no hay ningún efecto legal, aunque fueran la mayoría la ciudadanía no puede ganar en este sistema, solo perder.

Uno de los argumentos más simplones para no votar nulo va en ese sentido, ¿Para qué votar nulo si no hay efecto legal y a los partidos no les importa si es el 30% o el 70% del padrón?

Si ese el cinismo con el que se manejan, entonces mis dudas respecto al comportamiento de la izquierda y de los partidos en general están bien fundadas y prefiero anular mi voto a menos que exista una verdadera manifestación de corresponsabilidad con la ciudadanía que vota por convicción y no sólo con las clientelas. Las preguntas son: ¿cómo generamos ese compromiso?, ¿quién dará el primer paso hacia esa nueva relación?

Si en los sondeos pudiéramos saber quienes votaron por la izquierda antes de tomar la decisión de anular su voto, existirían elementos duros para determinar su efecto.

Por lo pronto el universal señala en sus encuestas que el 32.81% de la población saldrá a las urnas y anulará su voto.

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