viernes, 3 de abril de 2009

La lucidez: el mejor remedio para la abstención

Una pregunta invadió mi mente esta semana: ¿Qué pasará cuando llegue el 5 de julio y yo no esté convencido de votar por alguna de las propuestas políticas actuales?, tal como ahora. Como Saramago desarrolla en su ensayo sobre la lucidez, se trata de un momento en el que la población debe ser consciente de lo que va a elegir y tal como en su texto, el voto blanco se vuelve una de las opciones.

Aclaro que no estoy haciendo un llamado, cada quien hace su propia reflexión, no quiero que luego me acusen de tirarle el sistema de partidos o a la incipiente democracia que tanto esfuerzo, pero sobre tanto todo dinero del erario nos ha costado. Esto lo digo porque me doy cuenta que se trata de una idea que anda flotando por ahí y que comienza a tomar cada vez más fuerza entre quienes no se sienten representados por ninguna de las instituciones políticas.

Alrededor del 28% de la población no se siente motivada a votar por las opciones conocidas y en realidad no les importa porque piensan que gane quien gane será igual de malo que los actuales políticos. En estos momentos aún no es una cifra tan alta comparada con otros años electorales, sin embargo, me queda claro que la ciudadanía se ha hecho cada vez más conciente de la fuerza de su voto y el sentido que le puede imprimir a éste, no olvidemos que con todos los beneficios que puedan tener los partidos, la falta de legitimidad puede hacer tambalear a cualquiera.

Aún no empieza la campaña formal y las descalificaciones ya están a todo, la aprobación de leyes en las cámaras ya es de nueva cuenta móvil de represalias partidistas. Por lo menos la estrategia le ha funcionado a Germán Martínez que logró bajarle a las preferencias electorales por el PRI, aun cuando esto no le redundo a su partido de forma sustancial.

Me da escalofrío nomás de pensar lo que será la siguiente legislatura, por un lado veremos el mismo atole hecho nata que representan figuras como Beatriz Paredes, Acosta Naranjo o Ramírez Acuña y por el otro, el arribo de los juniors que me puede espeluznar aún más con personajes como el hijo de Madrazo, la sobrina de Ruiz Massieu, la hija de Salinas Pliego y el hijo de Alfredo del Mazo por mencionar solo algunos.

Mi mayor temor por contradictorio que parezca lo representa la generación venidera. Alrededor de 4.5 millones de jóvenes emitirán su voto por primera vez. A estos jóvenes ya no les tocó vivir la alternancia, el voto consciente en su mayor expresión como el de Gilberto Rincón, los mejores años del IFE, mucho menos los momentos cumbre de expresiones como el EZLN. En cambio han sido testigos de una izquierda desdibujada y dividida, un partido en el poder limitado en su accionar y una bisagra representada por el PRI que el año pasado gano todo, lo que se refleja en los últimos sondeos colocándolos como la mejor opciones para la nueva generación. ¡Eso sí me da mello!

Yo no comparto la idea de conformarnos y votar por el menos peor de los candidatos, de apoyar al más guapo o al más carismático. Y si somos verdaderos críticos de nuestra ideología, mucho menos votar por autocomplacencia para que la izquierda no decaiga más de lo que ya está.

A final de cuentas ¿de qué otra forma puede la ciudadanía manifestar que no está convencida con las opciones que tiene? pero sobre todo, ¿cómo puede un ciudadano cualquiera manifestarse y ser escuchado para decir que las cosas no se están haciendo bien?, más en un país donde ni siquiera son posibles ni las candidaturas ciudadanas.
Desde mi punto de vista, si las cosas no cambian, el descontento hallará dos salidas: abstencionismo o el lúcido voto blanco.

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