jueves, 18 de noviembre de 2010

Más de jóvenes: Problema poliédrico

I.

Tenemos un problema de percepción y confianza. El grueso de la población mexicana no consideraba hasta hace muy poco que los jóvenes fueran un grupo desprotegido, en 2005 ni siquiera el 1% así lo consideraba (Encuesta Nacional de Discriminación). Por desprotegido me refiero a que no tengan acceso a la aplicación efectiva de sus derechos, como la educación o la seguridad social. Cuando los observamos como un grupo tan amplio de la población, es difícil pensar que tengan carencias como las pueden tener los adultos mayores o la pobreza multidimensional como en el caso de la población indígena. Esa percepción repercute directamente en el grado de confianza que se les brinda para aplicar de manera efectiva sus habilidades o conocimientos, ya que tienen muy pocos espacios fuera de las instituciones para desarrollarlos. En la iniciativa privada no hay espacios para ensayar y las empresas los contratan sólo si hay incentivos fiscales, en la academia son eternos ayudantes o adjuntos. Al no existir confianza, tampoco hay reciprocidad y eso constituye una brecha en la comunicación efectiva de necesidades.

II.

Bono fallido. Nuestros gobernantes y líderes jamás entendieron como explotar ese recurso tan valioso que significaba el bono demográfico que tendría su punto culminante entre 2010 y 2020 (en 2020 el 50% de la población o más tendrá menos de 29 años). Ese recurso pudo significar un avance fundamental para y no un problema. En un país donde la regla es el corto plazo, y la excepción la planeación, hoy no contamos políticas públicas suficientes que arrojen resultados para resolver todos los factores que les impiden un desarrollo adecuado. Países que iniciaron a la par de nosotros el boom de su bono demográfico como los llamados tigres asiáticos: Singapur, Taiwán o Corea han superado a México porque desarrollaron generaciones calificadas en conocimiento y habilidades.

III.

El hecho de que se haya avanzado en la generación de nuevos derechos y en el afianzamiento de otros, no quiere decir que en automático cambie la situación de quienes los detentan. Los jóvenes no han salido corriendo a exigirlos quizá porque no conocen los canales adecuados, porque no existen las políticas necesarias para hacerlos valer o simplemente porque no tienen una cultura del emprendurismo.

IV.

Seguimos observando a los jóvenes como un elemento estático, “jóvenes del campo” y “jóvenes de la ciudad”. No hemos entendido que la relación de los jóvenes en su transición entre lo rural y lo urbano es cada vez mayor, la mayor población joven del DF se encuentra en la zona conurbada y semirural. Estos elementos cada vez más comunes en el establecimiento de sus dinámicas cotidianas, son un factor que plantea pisos de desigualdad y genera brechas de mayor o menor oportunidad entre ellos.

V.

Existe un cambio de valores que no se ha sabido interpretar adecuadamente. Lo que para una generación parecía efectivo, para esta generación ya no lo es. El lenguaje es fundamental para tender puentes, ponerse en los zapatos del otro. Esto ha generado que los jóvenes no compartan valores o principios básicos, y al no hacerlos suyos es más fácil olvidar esos vínculos y generar nuevos.

PEF 2011

Reflexión sobre el gasto. Se otorgo sólo la mitad del aumento solicitado por los rectores del país para la educación superior, con lo que se castiga el acceso de más jóvenes. No se combate de forma más eficiente a la pobreza destinando más dinero al seguro popular, las soluciones a corto plazo fomentan el crecimiento del círculo vicioso, menos jóvenes con oportunidades de estudios superiores son nuevas familias en situación de pobreza, que el seguro popular no alcanzará a cubrir.

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