viernes, 30 de abril de 2010

Que tiempos aquellos Don Susanito

Susanito Peñafiel y Somellera vive en el México de mis recuerdos (así se llama la película), su añoranza evoca un estado en donde las cosas conservan su esencia, donde no cambian, donde sus elementos crean la sensación de seguridad y la frase de la película que da título a este texto lo representa a la perfección. Pero a su vez, en ese país indolente en el que vive el protagonista, no hay expectativa ni oportunidad, se oculta al choque y la confrontación y por lo tanto no hay avance. Esa sociedad inerte produce inmovilidad, algunos argumentarán que es mejor el confort que produce el letargo del sedante, pero la consecuencia será siempre la parálisis.

Parece que en el fondo todos los mexican@s, históricos y actuales, somos como Don Susanito, añoramos pasados gloriosos, buscamos en lo etéreo y aspiracional nuestra felicidad.

Nuestra idea de país ha descansado sobre las bases de ese sueño que pocas veces ha logrado materializarse, como los comerciales del Bicentenario de Televisa que muestran la parte más hermosa de México pero excluyen la parte dura, la parte pobre pero no menos honesta, la difícil, la real; o como afirma Calderón, veamos lo bueno del país y no los muertos civiles de la guerra contra el narco que son tan poquitos, mejor veamos los promos turísticos de ViveMéxico al fin qué tanto es tantito. Eso también es México, es parte del Bicentenario y tendría que retratarse, si no con orgullo, sí con conciencia y con la capacidad de entender que es mejor reconocer los problemas que ocultarlos debajo de la alfombra antes de que lleguen las visitas. Al final lo que tienen Calderón y el PAN es una montaña de problemas con una alfombra en la cúspide.

Desde que México es México añoramos: los Tlaxcaltecas y pueblos oprimidos añoraban la posición de los Mexicas y ¡zas! que llegan los españoles; los independentistas arañaban la posibilidad de volver a la estabilidad del modelo virreinal más que de ser independientes; nuestros primeros congresistas al darle forma a la Carta Magna pensaban más en nuestro vecino cuyo derecho a la felicidad lo hacía un envidiable ejemplo a seguir, en vez de basarse en las condiciones de nuestra caótica vida independiente para generar las leyes; el liberalismo triunfante de Juárez divinizó la idea de un pasado indígena glorioso mientras los indígenas del siglo XIX eran despojados de su identidad en aras de la modernización; Porfirio soñaba con arrancar a México de América y colocarlo abajito de Europa, sustituir el Náhuatl por el Frances y cambiar los tacos por el croissant; desde Madero hasta Magón la oposición coqueteaba más con el argumento de una proyección al pasado Juarista que buscar un nuevo orden de las cosas; el régimen presidencial autoritario imitaba el poder cuasidivino del Tlatoani, regresándonos así al punto de partida de esta serie de añoranzas.

Los mexicanos de ahora añoramos diciendo que tal si no hubiera ganado Calderón… y algunos contestan: estaríamos mejor con López Obrador, otros como yo seguimos pensando que fue buena decisión votar por Patricia Mercado, pero los argumentos más recurrentes y macabros los he escuchado de una buena parte de la población, dándome a entender que añoran el regreso del antiguo régimen: ”robaban pero por lo menos salpicaban”, “los de antes no eran tan pendejos como los de ahora”, “con el PRI el narco estaba en paz con la población”, “el PRI sigue manejando todo, acá en el estado los demás son prestanombres”, “sí teníamos garrote, pero también teníamos zanahoria asegurada, ahora ni eso y encima nos siguen pegando”

La posibilidad de que el PRI regresé es mucho más clara que nunca, el acuerdo entre poderes fácticos y su candidato mejor no podrían estar. Los intelectuales, líderes de opinión, académicos y comentócratas casi todos y enfatizo casi, lo mismo les da pararse en los foros de Peña Nieto que en los mítines del Peje, en los eventos del GDF que en los del Gobierno Federal, justo como en el país de Don Susano se ha escondido la confrontación. Se perdió el honor que representaba no ser un subordinado de todo y de todos, ahora defender una postura con mucha anticipación es mal visto, -no vaiga ser que nos quédenos fuera compadre-, con todo eso, la fama y el poder generan más aversión que respeto por esas trayectorias.

En esa homegenidad de posturas, en esa espesa nata ideológica, el PRI gana.

Con esa posibilidad latente y con la añoranza a flor de piel, el viejo régimen ha dado un asomo pequeño, pequeñísimo de lo que nos espera de concretarse sin obstáculos su retorno. El caso de la caravana de observación humanitaria internacional atacada en Copala hace 3 días por la Ubisort (unión de bienestar social de la región triqui) grupo declarado abiertamente priísta, fue sólo un aviso de lo que pasará; la impunidad del hecho, la pasividad de las instituciones y el silencio de los medios, son apenas el botón de muestra.

Esta añoranza por el viejo régimen puede resultar más costosa que nunca, el retroceso a un país inerte nos podría arrastrar a un estado mucho peor de lo que las condiciones de desigualdad y violencia actuales, sacrificando de paso nuestros derechos fundamentales ganados con sangre y sudor en cientos de batallas ciudadanas que son las que lograron tirar al Goliat casi hasta su punto de muerte. Si bien el priismo logró implantarse en el chip de varias generaciones, el costo de no borrarlo y de regresar al México de mis recuerdos puede ser tal, que no nos alcance para pagar la cuenta.

Desde que México es México nosotr@s añoramos: añoramos la niñez, añoramos nuestra mitad perdida del territorio, añoramos la sub 17 campeona del mundo, el PAN añora el control administrativo del viejo régimen ahora que gobierna, el PRD añora el 36 por ciento del 2006, el PRI añora volver al feudalismo… y no nos damos cuenta que en nuestras manos está un país de características tan excepcionales que lo tiene todo para salir adelante, aquí y ahora.

Al final Yo añoro que no llegue el PRI y haré lo que me toca.

1 comentario:

noemi dijo...

Añorar es entercarse en que las cosas sean como acostumbramos, entendemos o nos es cómodo y no como SON.