martes, 8 de julio de 2008

Zurdos siniestros en el sube y baja

Esta es parte de la ponencia que arme para el foro de "Alternativas para las izquierdas en México", a ver que tal...

Cuando platearon el nombre del seminario literalmente me dieron ganas de echarme a la cama y deprimirme porque creo justamente que las izquierdas, los zurdos, los siniestros o como quieran llamarnos, no pasamos por un buen momento.

Para abordar un tema tan complejo me pareció apropiado hacer una analogía en la que a un doctor le piden diagnosticar a unos pacientes muy parecidos, casi trillizos que presentan distintos síntomas ya que sus estilos de vida son diametralmente opuestos. Estos trillizos son la izquierda social, la izquierda de la sociedad civil y la izquierda institucional.

Y es que eso son las izquierdas en México, movimientos que tienen en sus ejes teóricos fundamentales la defensa de valores como la justicia y la lucha de las desigualdades en general, sean estas colectivas o individuales. Pero que, en el camino adoptaron mecanismos que hoy por hoy son tan diferentes y complejos que terminan por generar un problema de reconocimiento entre sí.

De entrada un elemento que ha determinado desde siempre nuestra vida política y social es un espacio público no operativo para la ciudadanía, sino para las grandes instituciones, consorcios, corporativos e intereses monopólicos en general, lo cual sin duda, ha provocado una ciudadanía desarticulada –que no desorganizada- ya que poco a poco comenzó a conformar sus propias redes de autoayuda para solventar las carencias del Estado, convirtiéndose en el largo plazo en movimientos de contrapoder –en una línea muy Gramsciana-, que les permitieran articular con el Estado una compensación de benefactores a cambio de gobernabilidad, y en casos más específicos la consolidación de una conciencia o de una ideología de cambio.

SI bien esto es el origen de los movimientos sociales de izquierda, también es parte del problema, ya que la desarticulación ciudadana provocó que las necesidades comenzaran a diversificarse y a especializarse de tal forma que se crearon miles de círculos con tantas y tan disímbolas causas –todas ellas igual de dignas y legítimas-, que hoy día nos les permiten reconocerse como parte de un origen común. Así es como, los movimientos sociales, no son apoyados por todos, pues no todos persiguen lo mismo, la clase media no participa activamente de los movimientos en contra de las reformas estructurales, las clases bajas no reconocen el problema de la vivienda en lugares como Benito Juárez y los intelectuales de izquierda no encuentran la forma de comunicar las soluciones más que a sus círculos cercanos.

Es decir, tenemos un problema de reconocimiento que nos tiene luchando en distintos frentes, lo cual no es malo pero puede llegar a ser infructuoso porque deslegitimamos la lucha del compañero con nuestra indiferencia.

Otro elemento que identificamos es la escasa circulación de las élites políticas y sociales, nuestra herencia así lo refleja, -llámese Tlatoani, comendador, virrey, elite liberal, presidente, partido político, grupo de ejidatarios o movimiento radical- las y los mexicanos incluidos los de izquierda, no tenemos una cultura cambio, porque no confiamos en el otro, para nosotros la estabilidad significa permanencia, y ese concepto lo supieron moldear muy bien los priístas y ahora la derecha lo está reeditando.

Esta escasa circulación de élites deviene en una lenta circulación de ideas políticas que terminan por generarse en pequeñas escalas, y que solo en contadas ocasiones se convierten en sucesos nacionales y mundiales; así, las ideas políticas que no son desarrolladas dentro de espacios tradicionales difícilmente se les permitirá salir a la luz, incluso dentro de las izquierdas, aquellas ideas que no siguen el curso establecido difícilmente obtendrán legitimidad, porque la disciplina partidaria y el reconocimiento de trayectoria en ocasiones se convierten en anquilosadas pero necesarias estructuras para la protección de los intereses comunes.

Que mejor ejemplo que las luchas intestinas de grupos que han generado ruptura y división en diversos frentes institucionales y sociales, que al día de hoy nos tienen desdibujados frente a la ciudadanía. Estas mismas elites monolíticas le han enseñado a las izquierdas algunos trucos como el gatopardismo, la tránsfuga o la simulación, que en muchas ocasiones han terminando por vender los movimientos convirtiéndolos en aparatos de legitimación, mediante críticas desabridas y elogios desbordados.

Parte de este problema se encuentra brutalmente reflejado en nuestras leyes, en donde no existe un sistema de premios y castigos para quienes ejecutan bien o mal, simplemente suceden, ocupan los reflectores por un tiempo, pero al final no hay trascendencia en sus acciones. De nuevo por desinterés y falta de crítica.

Con todo lo anterior el escenario actual en nuestro país no es muy halagador, las alterativas son pocas y las deficiencias de nuestra formación, muchas.

Por un lado la derecha: Izquierdizando su discursos para poder penetrar y generar los cambios necesarios no solo aquí sino en diferentes latitudes, en donde parece no haber una conexión hegemónica, pero que trabaja bajo un mandato de homologación para realizar como maquinaria de reloj los cambios globales.

Por el otro, las izquierdas:

La Izquierda social en un proceso de contención y autodefensa, reeditando viejos frentes porque parece ser que la represión se vuelve una herramienta cada vez más recurrente del régimen. La causa es muy justa y sobre todo desinteresada, de hecho es la más cercana a la idea original de transformación, pero aquí la pregunta es, ¿por qué no reconocer que otras formas de izquierda también son izquierda? Toqueville decía que la revolución es parte de una evolución muy larga, es algo casi fortuito, y derribar el viejo edificio necesita de muchas manos, de ahí que esperar solo a la coyuntura adecuada pueda tardar más que una vida.

La Izquierda de la sociedad civil, -con sus contadas excepciones- intenta no politizarse para poder señalar, recomendar y criticar sobre los errores y aciertos de las otras izquierdas, como el antropólogo que quiere establecer criterios de barbarie y de civilidad sin tomar parte de ninguno, lo que tiene que entender es que politizar significa transformar y las y los sujetos sociales son eso, herramientas de transformación.

Por último la izquierda con menos alternativas y con más retos, por la velocidad con que se gestan los cambios trascendentales, es la institucional. Hace unos días organismos mundiales han diagnosticado que solo mediante el fortalecimiento institucional será posible enfrentar la crisis alimentaría, la crisis energética, los problemas de migración mundial y porque no vamos agregando el problema del agua como un derecho fundamental, entre muchos otros.

Pero el problema más inmediato y contundente para la izquierda institucional es que justamente la juventud ha dejado de creer cada vez más y con mayor rapidez, en la efectividad de su luchas, las y los jóvenes que siempre han sido el motor de los cambios, volviéndose ahora parte de esa mayoría abstencionista en más de un sentido que quizá otros movimientos aprovechan para generar su transformación, pero que en el fondo solo desarticula.

Conclusiones

Hoy por hoy las izquierdas han fallado en la construcción de un mensaje que les permita transmitir una idea de unidad y de consecución de fines comunes.

Los intereses de grupo han privado sobre las demandas de la ciudadanía que no se siente representada, las instituciones en un afán de consolidación solo se han cerrado más a la participación ciudadana y muchos de los logros obtenidos en materia de derechos civiles de los últimos 10 años, están a punto de ser vulnerados en nombre de un fortalecimiento institucional. Estamos de nueva cuenta ante la consolidación de ese espacio público no operativo.

Nos encontramos en un momento clave para incidir o retroceder, a XX años de una de la mayores movilizaciones de la sociedad mexicana para reclamar sus legítimos derechos ciudadanos y a dos a haberse polarizado de nueva cuenta para exigir transparencia, certeza y legalidad de sus instituciones.

Las izquierdas deben salir de esa espiral de autodestrucción y perfilarse a un año que será fundamental para saber si esas dos décadas de logros han podido materializarse en el cotidiano de la ciudadanía o para saber si solo siguen siendo una idea de cambio en la mente de unos cuantos.

Solo trabajando en como resolver esos puntos nodales es que las izquierdas en México tendrán Alternativa.

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