miércoles, 23 de febrero de 2011

Un Francés-Mexicano escribe del caso Cassez

Corajes equivocados…

Finalmente el gobierno de México anunció que se retiraba de las celebraciones del “Año de México en Francia”. Una decisión lógica frente a las gesticulaciones mediáticas y diplomáticas del presidente francés Nicolas Sarkozy, pero que no puede ocultar la verdadera naturaleza de un caso en el cual el estado Mexicano se presenta en una luz muy poco favorable.

Porque contrariamente a lo que dejan escuchar los gritos nacionalistas de nuestros editorialistas, unidos en una improbable alianza en contra un colonialismo fantaseado, la verdad es que México no está en la posición de ponerse bravo y defender su soberanía en un caso donde, por el mismo hecho de tratarse de una ciudadana extranjera, la acción de la justicia debía haber sido impecable, irreprochable, nítida y no lo fue.

No nos equivoquemos de corajes: es más fácil arroparnos en la bandera de la batalla de Puebla para saltar al vacío que admitir que la justicia en este país sigue siendo manipulada, que no tiene ni los recursos ni la cultura para funcionar adecuadamente y que tiene mucho, pero mucho que aprender de los mejores estándares internacionales.

Antes no entendía las series policíacas estadounidenses. Me daba coraje el hecho de que los detectives podían encontrar el arma del crimen en el closet del sospechoso, y que luego un juez podía negarle al fiscal la posibilidad de usarlo como prueba, porque faltaba un sello al “warrant”, la orden que les permitía escarbar la escena del crimen.

Después del caso Cassez entiendo. Si uno no respeta las formas de la investigación y del juicio, no hay manera de saber a ciencia cierta que el arma del crimen que se encontró en el closet, sí estaba ahí y que no fue llevada a la escena del crimen por los mismos detectives.

Las exigencias quisquillosas insoportables de los prepotentes jueces gringos tal vez pueden beneficiar a algunos culpables, pero sirven ante todo para defender una legítima demanda de certeza en la búsqueda de la verdad. Si existe una duda sobre la validez de una prueba, ya no hay manera de que sirva en la toma de la decisión y, que nos guste o no, el “reasonable doubt”, el beneficio de la duda debe estar a favor del acusado.

Yo no se si Florence Cassez es culpable o no. Pero ya nunca se podrá saber. Hay demasiados “reasonable doubts” en este caso para poder afirmar si formaba o no parte de la banda de secuestradores que supuestamente encabezaba Israel Vallarta.

A partir del momento en que se escenificó la detención de Cassez en mismo el lugar supuesto de los hechos, la “crime scene” donde se encontraba toda la evidencia física, y que elementos de este show televisivo se encontraron en el expediente, en particular las armas que se descubrieron ahí, se le negó de hecho a las victimas su derecho a saber sí fueron realmente sus secuestradores a quienes se arrestó, y sí se hizo justicia.

Más aún, ¿por qué las pruebas contundentes en contra de Cassez que se exhibieron en la prensa, y en particular esta supuesta lista de nombres, ex clientes de la francesa, o las fotos de sus papas en el rancho, no figuran en el expediente oficial? ¿Por qué se abandonaron de repente en el 2006, las serias y numerosas pistas de investigación incriminando a los hermanos José Fernando y Marco Antonio Rueda Cacho? Esos individuos que la SIEDO relacionó con Vallarta y con 7 otros secuestros siguen libres y sin interrogar. ¿Por qué el mismo Israel Vallarta, cuya confesión deja mucho que decir, sigue sin juzgarse? ¿Por qué se negó a la defensa presentar testimonios claves? ¿Por qué los testigos de la acusación cambiaron sus declaraciones justo después de que Cassez confrontó a Genaro García Luna en un programa de televisión? Y sobre todo aquí está el hueso ¿por qué ese nombre de García Luna aparece una y otra vez en este caso, símbolo flagrante de una justicia a modo para construir culpables para fines políticos?

Hoy todo el mundo se vuelve nacionalista e intransigente. Ni modo que esa bruja se salga con la suya. Ni modo que dejemos a Cassez pasarla a gusto en su súper cárcel francesa de lujo, comiendo foie gras y bebiendo vino. A mi no es eso lo que me agobia: porque el juicio fue una burla, nunca sabremos la verdad. Eso sí es dramático. Y a la hora en que se estrena en los cines mexicanos el documental “Presunto culpable”, de Layda Negrete y Roberto Hernández, sabemos que casos así hay muchos. Empezando por él de Jacinta, acusada y encerrada 3 años por haber secuestrado a 6 agentes del AFI. En este caso también había testigos a montón para sostener la ridícula teoría de la acusación.

¿Qué es lo que estamos defendiendo con tantos gritos de orgullo lastimado? ¿A poco es valido ofenderse de que Francia nos diga que el rey está desnudo? ¿Qué México no es un estado de derecho en el cual la justicia es realmente independiente y no se manipula según la agenda política de un personaje primero director de la AFI y ahora Secretario de Seguridad Pública, nombrado a pesar de las advertencias del mismo Ejercito, que llamaba la atención del presidente sobre su lazos más que turbios? Si México da al mundo la imagen de un país donde la justicia es una fábrica de culpables, no es culpa de Francia. Más bien deberían nuestros editorialistas nacionalistas exigir del gobierno un Estado no fallido, un Estado que funcione, donde ese tipo de casos vergonzosos jamás deberían ocurrir.

Mientras tanto, la reforma judicial que debería abrir el paso a juicios orales transparentes, a mejores investigaciones y a un sistema de justicia realmente funcional, sigue sin avanzar. El Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia Penal, que para empezar fue nombrado con 8 meses de retraso, se reúne de vez en cuando sin proponer una agenda clara de reforma de nuestro sistema de justicia, para que no se encarcelen a inocentes, como en el caso descrito en “Presunto Culpable”, pero también para que se pueda demostrar sin duda alguna la culpabilidad de un sospechoso, basándose en evidencia física en el marco de un debido proceso, como debería de haber sido desde un principio el caso con Florence Cassez.

Por favor, una vez más no nos equivoquemos de corajes. Hagamos patria, seamos autocríticos y exigimos una Justicia con independencia, capacidad de investigación y de rendición de cuentas.

Quentin Pinoteau

Periodista y analista político.